Las palabras, como muchas otras cosas en esta sociedad de consumo, se ponen de moda y pasan de moda, terminan convirtiéndose en palabras gastadas, como las denominaba ese ilustre costarricense llamado Don Pepe. Palabras que suenan bonito mientras están de moda, que llenan el discurso de políticos, “expertos”, “consultores”, “asesores”, “facilitadores”, “coaches” y otros miembros de esa fauna, pero que están vacías de contenido.
Hay infinidad de ellas y cada día surgen algunas y desaparecen otras. Algunas que recuerdo son, por ejemplo, la multidisciplinariedad y la transdisciplinariedad. No había proyecto con posibilidades de éxito en la aprobación o la consecución de fondos si no era multi y transdisciplinario. Otro caso fue, o es, el de la palabra “sostenibilidad”. Esa bendita palabreja se asociaba a todo o a casi todo, a la economía, a la producción, a la explotación de recursos, entre otros.
Una palabra gastada que también se usó, y aún se usa, es “estratégica”. Teníamos alianzas estratégicas, organización estratégica, reflexiones estratégicas, objetivos estratégicos y planificación estratégica. Hace casi 20 años, cuando ocupé un cargo de dirección universitaria, participé en algunos talleres de “planificación estratégica”, por supuesto dirigidos por “facilitadores” de prestigiosas universidades, que en su condición de “expertos consultores” cobraban jugosos honorarios. La idea era desarrollar la universidad del siglo 21, aunque después, una vez concluido el taller y con el “facilitador” retornado a su país o a su organización, no quedaba más remedio que volver a la cruda realidad de falta de presupuesto, inflexibilidad en la gestión de recursos humanos y materiales, democratismo barato que impedía la oportuna toma de decisiones y un largo etcétera.
En aquella época solía referirme a esos procesos de “planificación estratégica”, con el tono irónico y socarrón que adquirí después de muchos años de vivir en Alajuela, como “ocurrencias estratégicas”. Así que menuda sorpresa me llevé hoy cuando leí que nada menos que la propia Contraloría General de la República le daba carácter oficial al concepto, en referencia a los procesos de gestión de los proyectos públicos (http://www.elfinancierocr.com/ef_archivo/2010/octubre/03/economia2536145.html). El asunto, según la nota periodística, alcanza a muchas entidades, que han sido incapaces de alinearse con sus “objetivos estratégicos".
Vaya, vaya, parece que algunos tuvimos la suerte de adelantarnos casi 20 años en la utilización de la metodología de la ocurrencia estratégica.
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