El veto presidencial a la ley que concedía parte de la calle 13 de la ciudad de San José a los artesanos, para que consolidaran su mercado, es un síntoma más del ocaso del patriarca. De otra forma no se entiende como un proyecto de ley, enviado por el ejecutivo a sesiones extraordinarias de la Asamblea Legislativa, cuando tiene la exclusividad en la definición de la agenda, que recibió el trámite correspondiente de publicación y consulta, que fue aprobado con votos de la sumisa fracción oficialista, reciba, al volver a Zapote, el veto.
Ese procedimiento sugiere varias cosas. En primera instancia, la poca seriedad con la que el ejecutivo, en particular el Ministerio de Cultura, estudia los proyectos en su ámbito de competencia, para que se produzca una contradicción de esta magnitud. Por otra parte, confirma el egocentrismo y el culto a la personalidad imperantes en esta administración, impulsada, por supuesto, por el narcisismo del presidente Arias, que seguramente no querrá que el edificio de la Fundación Arias, ese monumento a sí mismo, sea opacado por un humilde mercado de artesanías. Poco falta para que el Presidente emule a Stalin, Kim Il Sung, Kim Jon Il o Sadam Hussein, y no lo digo solo por su tendencia al autoritarismo, sino porque posiblemente pensará en llenar plazas y parques con faraónicas obras y monumentos en su honor, para que no lo olviden las próximas generaciones de costarricenses.
Será que soy un nostálgico, pero no me imagino al Presidente Arias de hace 20 años, con el Nobel nuevecito, vetando un proyecto que el mismo había enviado a la corriente legislativa. Seguramente, con la dignidad de un estadista, habría apechugado con el error y se habría tragado su propio orgullo. Pero aunque veinte años no es nada, como dice el tango, pesan en la vida de un político, que se aferra a la inmortalidad, aunque sea en forma de concreto. Sin duda es un síntoma del ocaso del patriarca.
El último capítulo de esta historia está por escribirse, veremos de qué madera están hechos los diputados oficialistas. Podremos ver si doblan la cerviz, se tragan sus propios votos favorables al proyecto original y complacen al presidente aunque les quede el aliento oloroso a betún o, si por el contrario, con dignidad, sostienen sus propias opiniones. Confieso que no soy muy optimista al respecto.
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