El transporte aéreo tiene “glamour”. Es rápido, seguro y más caro que otros medios, por lo que no está al alcance de todos los mortales y su uso constituye, en consecuencia, un símbolo de poder y de riqueza. No es extraño entonces, que los políticos sean tan aficionados a ese medio de transporte.
En muchos países los poderosos, los famosos y los políticos suelen utilizarlos y algunos de ellos incluso tienen su propia nave, los jets ejecutivos. En nuestro país alguna gente poderosa tiene aeronaves más humildes, las conocidas avionetas, que no por más humildes dejan de ser caras, glamorosas y efectivas para movilizar a sus propietarios.
Por otra parte, los políticos en el poder tienen la posibilidad de disponer de aeronaves oficiales para su movilización, los conocidos aviones presidenciales son un ejemplo. La discrecionalidad para el uso de los mismos es muy variable y entre más importante el cargo que se ejerce, mayor discrecionalidad, aunque uno puede suponer que el principal objetivo es brindar un medio rápido y seguro a las autoridades para cumplir sus responsabilidades oficiales. Es entendible el argumento de que un Presidente de la República, lo es las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, pero dada la dignidad de su cargo, debe ser la persona más prudente en el uso de los recursos públicos, para dar el ejemplo a sus subalternos y a la ciudadanía.
No obstante, muchos políticos parecen dar sustento a la frase que a veces menciona un viejo amigo y que reza “autoridad que no abusa, no es autoridad”, en relación con el uso de aeronaves oficiales o alquiladas con fondos y fines oficiales. Un caso extremo, que se ha ventilado en todos los medios del mundo, es el de “Il Cavalieri”, el Presidente Berlusconi, que utilizó, según la prensa, aviones militares del estado italiano para trasladar hermosas damas de compañía a su residencia de verano, en donde se celebraban tremendas fiestas. No obstante que los hechos se produjeron, un tribunal acaba de archivar el asunto, alegando la discrecionalidad del Presidente para utilizar las aeronaves oficiales.
En nuestro medio, la prensa se ha hecho eco de algunos casos denunciados por sindicatos o políticos oposición, empezando por un viaje en una avioneta del Ministerio de Seguridad Pública realizado por el Presidente de la República para asistir a la boda de la hija de un amigo. Otro sonado caso es el del Presidente del ICE, que alquiló un helicóptero para viajar, con su esposa, a visitar algunos proyectos del ICE y, de paso, asistir a un par de actividades sociales.
El último caso ocurrido, el de la diputada Ballestero, tiene connotaciones especiales, pues se produce en el contexto de una campaña electoral. La Sra. Ballestero hizo uso de una avioneta de Seguridad Pública por vigésima octava vez, en esta ocasión para recoger su pasaporte en Liberia y asistir a un acto electoral del Partido Liberación Nacional en esa ciudad.
Probablemente en otras circunstancias el caso no hubiera tenido tanta resonancia, de hecho, no la tuvo en las veintisiete ocasiones anteriores, pero estamos en campaña electoral, periodo en el cual todos los políticos se vigilan entre sí con celo extremo y durante el cual éstos deben ser muy cuidadosos.
No veo razones para desconfiar del argumento de la Diputada, de que fue a Liberia a recoger su pasaporte, pero el caso es que asistió a una actividad partidista, que no le está vedada, pero lo hizo utilizando recursos públicos, lo que expresamente prohíbe la normativa electoral. ¿Transgredió las disposiciones del Tribunal Supremo de Elecciones? Eso nos lo dirá el propio Tribunal, pero está claro que cometió un abuso, según las palabras del Sr. Ministro de la Presidencia y las acciones emprendidas por la candidata presidencial de Liberación, que haciendo leña del árbol caído y desmarcándose del asunto para no sacrificar votos, pidió al Tribunal de Ética que investigara el caso, con una celeridad poco común.
La Diputada reconoce que cometió un error y pidió disculpas por ello. El asunto es que todos debemos asumir las responsabilidades por nuestros errores y los errores políticos tienen un precio político. Parece que la Diputada no está dispuesta a pagar ese precio, siguiendo el ejemplo del primo del Presidente, el Diputado Sánchez, cuando debería seguir el digno ejemplo del Vice-presidente Casas o del Presidente del BANVI, Dr. Ennio Rodríguez, que pagaron sus errores políticos abandonando sus cargos.
No comments:
Post a Comment