El gobierno acaba de anunciar una serie de medidas para desincentivar el consumo de combustibles y reducir la factura petrolera.
Algunas de esas medidas contradicen lo que ha sido su discurso en contra de las subvenciones, a favor de que los consumidores paguen los costos reales y en general contra las medidas que distorsionan la economía. Llaman la atención dos de esas medidas, relacionadas con los impuestos al diesel y a algunos de los vehículos que utilizan ese combustible.
La primera medida elimina el impuesto al diesel pero lo carga a las gasolinas, en contrario a lo que ha sido, hasta la fecha, la política de la administración. Eso significa que los consumidores de gasolina tendremos que pagar, no solo en base al costo de la misma, costo ya inflado por los privilegios sindicales que reciben los funcionarios de una refinería que funciona a medias, sino que tendremos que cargar con los impuestos de un combustible que no utilizamos. Todo en nombre de esa palabreja tan prostituida por los políticos, de un país solidario.
Es importante hacer notar que con esta disposición el gobierno no pierde nada de sus ingresos, simplemente los carga a otro sector de la población; si además el consumo de gasolina es superior al del diesel, incluso podría incrementarse la recaudación fiscal. Pero ahí no acaba el cuento, para colmo de males, duplica el impuesto a la propiedad de vehículos particulares con motores de diesel, con lo que realmente incrementa la recaudación.
Con ese tipo de políticas, en que todo el costo de la crisis se le traslada a algún sector de los consumidores, es muy fácil dirigir al país. Lo que se requiere es un gobierno que tome medidas creativas, que no trasladen a los consumidores todo el peso de la crisis. No solo no lo hacen, sino que se aprovechan de la situación para recaudar más impuestos.
Tras de cuernos, palos.
Thursday, June 19, 2008
Wednesday, June 11, 2008
Gasolina, alcohol y libertad
Cada vez que sube el precio del petróleo, lo que sucede ahora a diario y de forma alarmante, se aviva el interés del gobierno y de otros sectores en intensificar el uso de una mayor proporción de alcohol en los combustibles. Se esgrimen muchos argumentos para ello, desde el costo de la factura petrolera hasta el beneficio ambiental que implica la reducción del consumo de combustibles fósiles. Por otra parte, muchos consumidores están preocupados por el efecto que el incremento del contenido alcohólico de los combustibles pueda tener en el motor de sus vehículos.
Existen experiencias exitosas en el usos de del llamado gasol; particularmente Brasil exhibe alrededor de 20 años de experiencia en su uso y las cosas parecen funcionar perfectamente. Actualmente la mezcla obligatoria de gasolina y alcohol se sitúa entre un 20 y 25% de éste último y ningún automóvil funciona con gasolina pura. Esto ha sido posible gracias a que la industria automotriz brasileña ha desarrollado vehículos de combustibles flexibles, que pueden funcionar con cualquier proporción de gasolina y alcohol.
El caso de Costa Rica es muy distinto, ese elefante blanco que llamamos RECOPE, desarrolló pruebas piloto del uso de mezclas en algunas zonas del país, con resultados que no parecen muy convincentes, dada la poca publicidad que los mismos han recibido. Adicionalmente, algunas voces de técnicos en la materia, sugieren que la mezcla que pretende vender RECOPE podría dañar algunos componentes de los motores, especialmente de los vehículos más viejos.
Si consideramos que por otra parte el gobierno carga elevadísimos impuestos a los vehículos nuevos, tenemos como resultado una flota de automóviles de considerable edad, que no solo contaminan más, sino que se verían afectados por el uso del gasol. Esto también revela una contradicción del gobierno, que dice estar preocupado por la contaminación pero que no estimula el cambio a vehículos más nuevos y menos contaminantes. Adicionalmente, muchos ecologistas sostienen que el uso de la mezcla no tiene el impacto ambiental positivo que se anuncia.
Otro factor a tener en cuenta es como beneficia el uso de gasol al consumidor. Según lo dicho por algunas autoridades, no hay ninguna certeza de que el uso incrementado de alcohol implique una reducción en el costo de los combustibles, es decir, seguiríamos pagando los combustibles a un precio que no refleja la reducción en el costo derivada del uso de más alcohol. El único beneficiado sería el gobierno, que vería incrementados sus ingresos.
Finalmente, no parece aceptable que nos obliguen a usar un producto que puede tener efectos negativos en el motor de nuestros vehículos y que es igual de caro que un producto que no lo hace y que hemos usado toda la vida.
Me parece bien la iniciativa del gobierno de promover el uso de mezclas, pero no que te obliguen a usarlo. Se debe respetar la libertad del consumidor para escoger los productos que desea usar, lo que ha sido una de las banderas del gobierno, el libre comercio. Si además quién impulsa la obligatoriedad tiene intereses en empresas que fabrican alcohol, el asunto parece, al menos, poco elegante.
En fin, esperamos que el gobierno y el Presidente Arias sean consecuentes con su discurso de libertad comercial y del predominio de la opinión del consumidor, y se limite a ofrecer más opciones para que los consumidores decidamos en que producto gastamos nuestro dinero. Si insiste en obligarnos a utilizar el gasol, le caerá una lluvia de recursos de amparo, incluso yo me apuntaría.
Existen experiencias exitosas en el usos de del llamado gasol; particularmente Brasil exhibe alrededor de 20 años de experiencia en su uso y las cosas parecen funcionar perfectamente. Actualmente la mezcla obligatoria de gasolina y alcohol se sitúa entre un 20 y 25% de éste último y ningún automóvil funciona con gasolina pura. Esto ha sido posible gracias a que la industria automotriz brasileña ha desarrollado vehículos de combustibles flexibles, que pueden funcionar con cualquier proporción de gasolina y alcohol.
El caso de Costa Rica es muy distinto, ese elefante blanco que llamamos RECOPE, desarrolló pruebas piloto del uso de mezclas en algunas zonas del país, con resultados que no parecen muy convincentes, dada la poca publicidad que los mismos han recibido. Adicionalmente, algunas voces de técnicos en la materia, sugieren que la mezcla que pretende vender RECOPE podría dañar algunos componentes de los motores, especialmente de los vehículos más viejos.
Si consideramos que por otra parte el gobierno carga elevadísimos impuestos a los vehículos nuevos, tenemos como resultado una flota de automóviles de considerable edad, que no solo contaminan más, sino que se verían afectados por el uso del gasol. Esto también revela una contradicción del gobierno, que dice estar preocupado por la contaminación pero que no estimula el cambio a vehículos más nuevos y menos contaminantes. Adicionalmente, muchos ecologistas sostienen que el uso de la mezcla no tiene el impacto ambiental positivo que se anuncia.
Otro factor a tener en cuenta es como beneficia el uso de gasol al consumidor. Según lo dicho por algunas autoridades, no hay ninguna certeza de que el uso incrementado de alcohol implique una reducción en el costo de los combustibles, es decir, seguiríamos pagando los combustibles a un precio que no refleja la reducción en el costo derivada del uso de más alcohol. El único beneficiado sería el gobierno, que vería incrementados sus ingresos.
Finalmente, no parece aceptable que nos obliguen a usar un producto que puede tener efectos negativos en el motor de nuestros vehículos y que es igual de caro que un producto que no lo hace y que hemos usado toda la vida.
Me parece bien la iniciativa del gobierno de promover el uso de mezclas, pero no que te obliguen a usarlo. Se debe respetar la libertad del consumidor para escoger los productos que desea usar, lo que ha sido una de las banderas del gobierno, el libre comercio. Si además quién impulsa la obligatoriedad tiene intereses en empresas que fabrican alcohol, el asunto parece, al menos, poco elegante.
En fin, esperamos que el gobierno y el Presidente Arias sean consecuentes con su discurso de libertad comercial y del predominio de la opinión del consumidor, y se limite a ofrecer más opciones para que los consumidores decidamos en que producto gastamos nuestro dinero. Si insiste en obligarnos a utilizar el gasol, le caerá una lluvia de recursos de amparo, incluso yo me apuntaría.
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