Ya nadie engaña a nadie
Jorge Camacho Sandoval
Se han vertido montañas de tinta sobre el tema más controversial de los últimos años, el TLC. Sin duda, muchas de las alegaciones que se hacen sobre el proceso de negociación son válidas. No obstante la trascendencia del mismo, el proceso negociador fue opaco, conducido por un pequeño grupo de jóvenes funcionarios, sin la dirección política de un presidente de la república indolente y, según confesión de parte, ignorante de esos temas.
Algunos representantes sectoriales, quienes estuvieron en la habitación de al lado durante la negociación, reclaman que sus opiniones, puntos de vista e intereses fueron ignorados por los negociadores o no se reflejan en el texto definitivo. Así se llegó al final de la negociación, celebrada inicialmente por el presidente del abrazo, quién luego, como lo hizo tantas veces, se desdijo de sus palabras, dio marcha atrás y pidió la opinión de notables y no tan notables.
A partir de ahí han surgido montones de valoraciones, a favor y en contra, algunas sustentadas en el estudio serio del tratado, pero la mayoría de oídas y muchas de ellas sustentadas en argumentaciones que no toleran el mínimo análisis, o lo que es peor, en defensa de intereses y privilegios disfrazada de patriotismo de tirios y troyanos.
A mi el tratado me despierta muchas dudas. Si es tan bueno como dicen algunos, ¿Por qué grupos tan importantes y de cuyo patriotismo nadie duda, como la Conferencia Episcopal, el Consejo Nacional de Rectores, los Consejos Universitarios de la universidades públicas y la Comisión de Notables, entre otros, se oponen abiertamente o le señalan importantes riesgos al texto actual? Por otra parte, como lo reconoce hasta el principal partido de oposición, no podemos aislarnos de nuestro principal socio comercial, por lo que un tratado es necesario. En un tratado comercial, cada una de las partes intenta maximizar sus ventajas y ganancias futuras, por lo que a la postre, se ganará en unos aspectos y se perderá en otros. Por ello, en esto de los tratados comerciales, nunca lloverá a gusto de todos. Estoy convencido que cualquier tratado, siempre tendrá alguna oposición.
En un tema que aparentemente tendrá un importante impacto en la vida de todos los costarricenses, ¿Cuál es la opinión mayoritaria de los ciudadanos? Aquí hay varias interpretaciones, desde los que defienden la democracia de la calle, que no parece tener el respaldo que se esperaba, a la luz de las movilizaciones del 23 y 24 de octubre, a los traducen los resultados electorales en términos de apoyo al tratado. Lo que si es cierto, es que Liberación Nacional el Movimiento Libertario y la Unidad Social Cristiana fueron claros en su apoyo al TLC durante la campaña electoral. El conjunto de esos partidos recibieron un apoyo mayoritario, que se refleja en un número de diputados que roza la mayoría calificada. Así que quienes apoyamos alguna de ésas opciones políticas no podemos alegar ahora que fuimos engañados.
Preferiría, como lo han planteado algunos ciudadanos, que la decisión final sobre un tema tan controversial y de tanta trascendencia nacional, fuera tomada por el conjunto de la ciudadanía, mediante una consulta popular, un referéndum, por ejemplo. Pero si eso no es posible, debemos dejar que las instituciones democráticas funcionen, podemos ejercer presión en los medios, en las calles o adonde sea, pero teniendo claro que la responsabilidad le corresponde a las instituciones, sino, estaríamos a merced de la ley de la selva.
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