Un asunto que suele preocuparnos mucho es la privacidad de nuestra información personal y el uso que de la misma puedan hacer terceros, a quienes por distintas razones, debemos suministrar esa información.
Son bastante conocidas las “listas negras” en temas como el acceso al crédito, en las cuales se ingresa por incumplimientos contractuales, pero que trascienden el propio contrato y se difunden a todo el sistema crediticio y al entramado comercial.
En muchos casos el problema es que aunque suministramos voluntariamente la información durante la tramitación de algún asunto, perdemos el control sobre esa información y quién la recibe, puede hacer un uso de la misma más allá del trámite que motivó su cesión. Esta situación se puede producir al solicitar o formalizar un crédito, por ejemplo, o de forma engañosa, cuando accedemos a llenar un cuestionario o encuesta sobre diversos temas, preferencia de productos por mencionar un caso, y luego nos percatamos que la información se utiliza para bombardearnos publicidad, ofrecernos fines de semana en la playa con el fin de engatusarnos tiempo compartido, etcétera.
Un problema mucho más grave ocurre cuando información personal es capturada, sin nuestro conocimiento y consentimiento, por empresas con las que tenemos relación comercial.
Un ejemplo son las tarjetas que ofrecen los supermercados, que otorgan premios, puntos o descuentos, asociados a nuestras compras. Si bien es cierto suministramos voluntariamente datos como nombre, cédula, dirección y teléfonos, nadie nos dice que con el uso de la tarjeta la empresa podrá conocer, incluso mejor que nosotros, cuando compramos, que compramos, que monto gastamos en cada compra, con que frecuencia compramos. Sabrá si preferimos la cerveza al guaro, si compramos o no preservativos, que marca de cigarros usamos, si preferimos los productos de dieta o si nos encantan los chicharrones. Es decir, tienen información suficiente para conocer, en detalle, aspectos íntimos de nuestras vidas y pueden usar esa información para hacer más efectivas sus estrategias comerciales, eso, suponiendo que la información en si misma no se convierte en otro producto disponible en el mercado.
La protección de nuestra información privada es, en primera instancia, un asunto de cada uno de nosotros. En lo personal procuro no participar en programas de tarjetas de promoción y me niego a suministrar información o a responder encuestas si la misma requiere que suministre mi nombre o algún dato privado. Por otra parte, la legislación debería también ofrecer las garantías suficientes para proteger la privacidad de nuestra información. Creo, sin ser abogado, que este es un tema con muchos vacíos, en donde se requiere desarrollar un sistema acorde con las tecnologías actuales y futuras.
Jorge Camacho Sandoval
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