El chantaje del miedo
Jorge Camacho S
Indudablemente la CIDH, con su respuesta a la consulta
realizada por el Gobierno, le pegó una patada al panal y se armó el avispero. La
campaña política, ya de por sí aburrida y cansona, se volvió monotemática, alrededor
de visiones diametralmente opuestas sobre la familia, el matrimonio igualitario
y el aborto. Con estos ingredientes, las posiciones de muchos de los candidatos
se volvieron dubitativas y ambiguas y las preferencias de los electores dieron
un vuelco, desembocando en los resultados conocidos del 4 de febrero, que
condujeron a la segunda ronda a los dos candidatos que representan las
posiciones más enfrentadas sobre los temas mencionados.
El Gobierno del PAC, en su afán de evadir la discusión sobre
los derechos de las personas de la diversidad sexual a nivel legislativo y
social, abrió la Caja de Pandora y llevó al partido que está en sus antípodas
ideológicas a ganar las elecciones presidenciales en la primera ronda y a
tener, según las últimas encuestas publicadas, una intención de voto en la
segunda ronda favorable a sus intereses; superando al candidato oficialist. Le
salió el tiro por la culata al PAC y su gobierno.
A partir del 5 de febrero, los partidos ganadores del derecho
a disputar la segunda ronda iniciaron la cacería de votos, entre los
abstencionistas y entre los que fueron sus contendores en la primera parte del
proceso electoral; a los que en algunos casos trataron como sus enemigos
políticos. Parece difícil convencer a los abstencionistas, que no se sintieron
motivados a escoger entre un menú de 13 candidatos y que probablemente tampoco
estén motivados a escoger entre dos de los trece anteriores. Quienes votamos
por alguno de los once candidatos que no lograron pasar el primer obstáculo,
quizás estemos mejor dispuestos a volver a las urnas en abril, el problema es
decidir entre las opciones disponibles, es decir, entre el sartén o las brasas.
Ambas fuerzas han recurrido al chantaje del miedo,
pintándonos la segunda ronda como el Armagedón tico, en la que cada partido se
anuncia como la salvación ante las catástrofes que se producirán si gana el
partido oponente. Renovación anuncia el advenimiento de Sodoma y Gomorra si
triunfa el PAC, lo que produciría, según ellos, la destrucción de la familia,
la aparición de nuevas aberraciones y finalmente el fuego divino que arrasará
el país. Por su parte, sus oponentes nos asustan con la llegada de una nueva
Santa Inquisición al país si gana Renovación, que quemará a los impíos en las
hogueras que arderán en los parques de cada pueblo e instalará los potros de
tortura para hacerlos confesar sus pecados.
No pienso caer en el chantaje del miedo; no creo que en
ningún caso se produzcan los desastres que ambos grupos nos anuncian; nuestra
institucionalidad es suficientemente robusta para impedir que eso ocurra y, por
otra parte, el balance de fuerzas en la nueva asamblea legislativa es un
contrapeso importante para contener los desmanes que pretenda llevar adelante
cualquiera de los dos candidatos en liza.
Así que mejor harían los partidos y sus candidatos en
abandonar el tono catastrófico de sus mensajes, dejar el chantaje del
miedo, e intentar convencernos con
propuestas para atacar los problemas realmente importantes y urgentes, como el
déficit fiscal, la pobreza, el desempleo, la infraestructura, entre otros.
Quedo a la espera de sus propuestas, aunque seguro tendré que esperar sentado.
Actualización: El chantaje del miedo
Estimad@s amig@s:
Agradezco las opiniones que algunos de Uds. han emitido
sobre “el chantaje del miedo”. Me parece que algunos están mucho más
preocupados que yo por el futuro próximo, sobre todo ante la perspectiva de un
posible triunfo de las huestes religiosas. Evidentemente no votaré por Fabricio
Alvarado, primero, como ya se mencionó, por su escasa o nula formación y
experiencia en las tareas de gobierno, por la ausencia de un potencial equipo
de gobierno mínimamente capaz y porque la fe no es un atributo importante en
las tareas y responsabilidades de los gobernantes.
Por otra parte, me parece que Fabricio y sus seguidores solo
son irreductibles en el tema que los llevó a ganar la primera ronda, pero que,
en el hipotético caso de asumir el gobierno, tendrán que converger con otras
fuerzas políticas y grupos de presión, en los temas urgentes de carácter
fiscal, empleo, infraestructura, etc. Esto no solo por su desconocimiento, sino
también porque a nivel legislativo tienen 14 diputados, mientras que el PLN,
PUSC y el PAC suman 37.
Creo que el temor a las catástrofes asume que el presidente
de la república tiene un gran poder y la posibilidad de resolver los graves
problemas del país, lo que no es cierto, de serlo, muchos problemas ya se
habrían resuelto. Otro contrapeso, que
limita las posibilidades de que un gobierno, religioso o no, produzca desastres,
además de los ya mencionados, es el poder judicial, que puede parar las
acciones gubernamentales cuando se salgan del marco de la ley.
Todo eso, que podríamos incluir en la institucionalidad,
previenen, en buena medida, el riesgo de catástrofes a causa de un mal
gobierno; además queda el recurso de la movilización social.
¿Qué opciones nos
quedan a quienes no optamos por el candidato del PAC en la primera ronda
electoral? Pues realmente tenemos pocos grados de libertad para escoger:
votamos al PAC, nulo, en blanco o nos abstenemos. Votar nulo, en blanco o
abstenerse es no asumir la responsabilidad ciudadana de decidir y dejar,
irresponsablemente, la decisión en las manos de los demás. Lo que no estoy
dispuesto es ir a votar por Carlos Alvarado movido por el miedo a la supuesta
catástrofe de un gobierno en manos de la fe.
El candidato del PAC debería intentar convencernos de que
tiene los atributos, planes e intenciones para realizar un gobierno mejor que
el actual, lo que no es difícil, y no que vayamos a votar por “el menos malo”
para salvarnos de la santa inquisición. Carlos Alvarado ha mencionado la
conveniencia de un gobierno de unidad nacional, es un paso en la dirección correcta,
no solo para atraer el voto en la segunda ronda, sino porque en un hipotético
gobierno suyo, contará con una fracción más pequeña que la actual, con algún
diputado salpicado por el cementazo. Carlos Alvarado tiene algo menos de dos meses
para pasar de las palabras a los hechos y concretar propuestas viables para empezar
a solucionar los principales problemas del país, lo que incluye lograr acuerdos
con las principales fuerzas políticas y sociales, que nos convenza de que realmente
vale la pena apoyarlo. Veremos que ha pasado de aquí al 31 de marzo para tomar
una decisión.