Hace un par de semanas estuve en Guatemala por razones de trabajo. Las ciudades y pueblos, además de las carreteras, están llenas de grafitis y vallas propagandísticas de los partidos políticos, para las elecciones que se realizarán este mismo año. En la carretera interamericana, en el trecho que comunica a la Ciudad de Guatemala con Quetzaltenengo, pude ver varias veces una valla que llamó mi atención y cuya fotografía ilustra este “post”, con un texto que expresa, con toda claridad, la opinión de algunos ciudadanos sobre los políticos, aunque el texto, por supuesto, no es políticamente correcto.
“Los políticos son una mierda, ya estamos hartos” reza la valla, que no omite decir quiénes son los responsables, un tal “Movimiento de Integración” que además suministra un número de teléfono y una dirección de correo electrónico. El texto me puso a pensar si los responsables tenían razón. Traducido a un lenguaje más apropiado para ojos u oídos sensibles, que no es mi caso, podría interpretarse como “los políticos no sirven para nada (o para poco), estamos hartos”. Creo que muchos ciudadanos y no solo los chapines, estamos de acuerdo, en algún grado, con el mensaje de la valla. En general los políticos quedan muy lejos de satisfacer las expectativas que los ciudadanos ponemos en ellos, aunque entiendo que muchas veces aquellas están sobredimensionadas.
Regresé de Guatemala el primero de mayo, temprano por la mañana, a tiempo para ver el espectáculo que nos ofrecieron los diputados en la Asamblea Legislativa. Liberación, por una parte, modificando la forma de elegir el directorio, ejerciendo presiones sobre los diputados de oposición e intentando obtener votos de diputados opositores a cambio de favores políticos, por darle un nombre decente. La oposición, por otra parte, vigilando a sus propios diputados, cambiando curules, usando tientas de distinto color, en el mejor estilo estalinista o, mejor aún, en el mejor estilo de Otón, sin la menor confianza entre aliados.
Poca vida le veo a la llamada “Alianza por Costa Rica”, si no son capaces de confiar en la lealtad de sus propios diputados a los acuerdos alcanzados para la elección del directorio, como podemos confiar los ciudadanos en ellos y en su alianza. Ese matrimonio por conveniencia se romperá, más temprano que tarde, cuando se discutan proyectos tan importantes como la ley de electricidad, en donde las posiciones neoliberales de los libertarios son totalmente incompatibles con la visión estatista del PAC.
El espectáculo de los diputados durante la primera semana de mayo me afirmó en la idea de que los autores de la valla chapina tienen bastante razón.