Jorge Camacho Sandoval
El contubernio y connivencia entre la jerarquía de la iglesia católica, el poder político y el poder económico, no es nada nuevo; basta con recordar que el mismísimo Jesús, montando en cólera, arrasó con los chinamos del templo de Jerusalén, adonde los clérigos hacían un pingüe negocio, cobrando la correspondiente comisión a los comerciantes de ofrendas y otras supercherías. Algunos siglos después, para citar otro ejemplo, la alianza entre Felipe IV de Francia y el papa Clemente V, condujo a la muerte a los Caballeros Templarios, con el fin de evitar el pago de las enormes deudas del rey y satisfacer los apetitos de poder del papado. Mucho más reciente fue la alianza entre el Vaticano, la logia masónica Propaganda 2 y los círculos bancarios, que concluyeron con el escándalo del Banco Ambrosiano y, según algunos autores, con el asesinato del Papa Juan Pablo I (Primero).
Así que no deberían sorprendernos las revelaciones de los últimos días del periódico La Nación sobre las operaciones financieras (http://www.nacion.com/ln_ee/2008/abril/17/pais1501884.html), aparentemente al margen de la ley, de la Conferencia Episcopal de Costa Rica. Nada más ilustrativo sobre ese contubernio entre la jerarquía eclesiástica, el poder económico y el poder político, que la revelación periodística de que la Conferencia Episcopal es socia del Grupo Sama, al que están asociados, nada más y nada menos dos pezzonavantes, el Presidente de la República y su Consigliere, Don Rodrigo Arias. En ese grupo, la versión criolla de Paul Marcinkus, el banquero de Dios, un cura de apellido Godínez, ocupa numerosos puestos directivos, lo que refleja la importancia de los recursos financieros invertidos por los obispos en ese grupo.
Por otra parte, según las mismas fuentes, las andanzas financieras de los obispos trascienden nuestras fronteras, lo que no es de extrañar en una institución como la iglesia, globalizada desde hace siglos. La Conferencia Episcopal realiza, por interpósita mano, operaciones “offshore” en Panamá, lo que les permite librarse de la normativa costarricense, también realiza captación de fondos de terceros, no solo en el país, sino hasta en Italia. Sus actividades incluyen la inversión en la industria alimenticia que menciona La Nación de hoy, también en la industria cervecera y la garrotera, es decir el préstamo de dinero. Ahora entiendo mejor la razón del cambio en el Padrenuestro, que modificó aquello de “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”.
En fin, la Conferencia Episcopal parece estar bastante alejada de las piadosas tareas que el fundador de la iglesia le encomendó a sus discípulos y seguidores.
El contubernio y connivencia entre la jerarquía de la iglesia católica, el poder político y el poder económico, no es nada nuevo; basta con recordar que el mismísimo Jesús, montando en cólera, arrasó con los chinamos del templo de Jerusalén, adonde los clérigos hacían un pingüe negocio, cobrando la correspondiente comisión a los comerciantes de ofrendas y otras supercherías. Algunos siglos después, para citar otro ejemplo, la alianza entre Felipe IV de Francia y el papa Clemente V, condujo a la muerte a los Caballeros Templarios, con el fin de evitar el pago de las enormes deudas del rey y satisfacer los apetitos de poder del papado. Mucho más reciente fue la alianza entre el Vaticano, la logia masónica Propaganda 2 y los círculos bancarios, que concluyeron con el escándalo del Banco Ambrosiano y, según algunos autores, con el asesinato del Papa Juan Pablo I (Primero).
Así que no deberían sorprendernos las revelaciones de los últimos días del periódico La Nación sobre las operaciones financieras (http://www.nacion.com/ln_ee/2008/abril/17/pais1501884.html), aparentemente al margen de la ley, de la Conferencia Episcopal de Costa Rica. Nada más ilustrativo sobre ese contubernio entre la jerarquía eclesiástica, el poder económico y el poder político, que la revelación periodística de que la Conferencia Episcopal es socia del Grupo Sama, al que están asociados, nada más y nada menos dos pezzonavantes, el Presidente de la República y su Consigliere, Don Rodrigo Arias. En ese grupo, la versión criolla de Paul Marcinkus, el banquero de Dios, un cura de apellido Godínez, ocupa numerosos puestos directivos, lo que refleja la importancia de los recursos financieros invertidos por los obispos en ese grupo.
Por otra parte, según las mismas fuentes, las andanzas financieras de los obispos trascienden nuestras fronteras, lo que no es de extrañar en una institución como la iglesia, globalizada desde hace siglos. La Conferencia Episcopal realiza, por interpósita mano, operaciones “offshore” en Panamá, lo que les permite librarse de la normativa costarricense, también realiza captación de fondos de terceros, no solo en el país, sino hasta en Italia. Sus actividades incluyen la inversión en la industria alimenticia que menciona La Nación de hoy, también en la industria cervecera y la garrotera, es decir el préstamo de dinero. Ahora entiendo mejor la razón del cambio en el Padrenuestro, que modificó aquello de “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”.
En fin, la Conferencia Episcopal parece estar bastante alejada de las piadosas tareas que el fundador de la iglesia le encomendó a sus discípulos y seguidores.