Monday, November 26, 2007

¿Por qué no te callas?

¿Por qué no te callas?

Jorge Camacho Sandoval

Las 5 palabras que salieron abruptamente de la boca del monarca, dirigidas al Presidente de la República de Venezuela, han originado ríos de tinta, horas de video y múltiples reproducciones, parodias, melodías telefónicas, vasos, camisetas y vaya Ud. a saber que montón de cosas adicionales, en una sociedad que todo lo convierte en mercancía comercial.

Por supuesto, se han emitido opiniones para todos los gustos, la mayoría de ellas cargadas de subjetividad, acorde con la simpatía o antipatía que los protagonistas del rifirrafe inspiren a quién emite la opinión. No es fácil desprenderse de preferencias y prejuicios en este caso; sobre todo si una tiene alguna afinidad con España, a raíz de haber vivido en esos lares por cuatro años, mientras estudiaba un posgrado. Por otra parte, aunque nadie niega el sustento popular, expresado en las urnas, del Presidente Chávez, tampoco se puede desconocer la afición del militar de monopolizar poder. En esas circunstancias, ¿Como veo lo acontecido en la clausura de la cumbre de Santiago?

Una cosa parece clara, quién estaba en su turno de uso de la palabra era el presidente Rodríguez Zapatero; quién haciendo gala de que lo cortés no quita lo valiente, salió en defensa de su antecesor y enemigo político, el ex presidente Aznar. Es evidente que el Presidente Chávez, mostrando poco respeto y educación, lo que hace con bastante frecuencia, interrumpió de forma reiterada el discurso de Rodríguez Zapatero, sin que interviniera de forma efectiva quien presidía el debate, la Presidenta Bachelet. Lo normal hubiera sido que el presidente Rodríguez Zapatero, o en última instancia, el Rey, pidiera a la presidencia del debate que pusiera orden. El Rey perdió los estribos, espetándole a Chávez la famosa ¿Por qué no te callas? Me parece que el Rey se puso a la altura de Chávez, irrespetando a quién hacía uso de la palabra y a la presidencia del debate.

No merece disculpas quién interrumpía, de forma reiterada, a quien hacía uso de la palabra en el turno que le correspondía. El Rey, por su parte, también metió la pata, aunque es comprensible, teniendo en cuenta la poca educación del soldadito venezolano.